Hace más de treinta años, mi ahijado, el cineasta Carlos Pineda, llegó a mi casa con un amigo que en poco tiempo se convirtió en amigo de todos por su simpatía y bondad. Se llamaba Manuel Antonio “Toño” Pérez Muñoz.

Chistoso, servicial, escandaloso, alegre. Le encantaba la música y resultó hijo de un excelente compositor nacido en Puerto Cabello, Manuel Enrique Pérez Díaz, cuyas canciones han recorrido Latinoamérica y, a pesar de los años, se siguen cantando. Además, su tío José Antonio, reconocido político de la democracia, era muy amigo de mi tío Miguel Correa, el bolichero. Y, como buena valenciana, de esas que disfrutan yéndose a los ancestros, Toño era bisnieto del compositor de la música del Himno de Carabobo, Sebastián Díaz Peña.

Entonces, si su papá es Manuel Enrique Pérez Díaz, su mamá tenía que ser la famosa y admirada actriz de Radio Caracas Televisión, Doña Amalia Pérez Díaz. ¡Sí! Toño era su hijo menor.

Había llegado a Valencia para trabajar en la pre producción de un capítulo del programa de RCTV, “Archivo Criminal” y terminó quedándose en nuestra ciudad. Aquí vivía su gran amigo Carlos Pineda. Y lo ayudaba cada vez que Carlos ideaba filmar algo, o trataba de hacerlo.

Recuerdo, por ejemplo, cuando a Carlos, se le ocurrió hacer un corto basado en un cuento precioso de mi papá, Juan Correa, “Un Niño llamado Jesús”, con el que, de alguna manera, todos nos sentimos involucrados. Hasta mis hijos creyeron ayudar en la escogencia de los actores, porque de los tres niños que actuarían, uno era muy amigo de ellos, nuestro vecinito Luigi Furnieri y los otros dos, eran muy queridos, David Rojas Salzano y Rubén Rodríguez Yayo, que sería el Niño Jesús. Carlos había hablado con los Imparato, Úrsula y Tony para que prestaran la locación. También con Bernardo Crespo y con Carlos Marchán; pidió permiso al padre Miguel Pan, de la iglesia San Antonio de Prebo, para grabar ahí varias escenas. Manuel Ferreira, que trabajó en Jericó, tendría el papel principal y el profesor Jesús Urdaneta, Colo, haría el rol del vigilante. Toño ayudaba en la producción. El caso es que Colo Urdaneta no llegó nunca y quien hizo el papel de vigilante fue Toño Pérez, con una fluidez increíble, como si siempre hubiera actuado. Sin duda, lo llevaba en las venas.

Y nuestra amistad fue creciendo y un día, llegaron Carlos, Toño y la mamá de Toño, Doña Amalia Pérez Díaz, a mi casa. Nuestra emoción no tenía límites y Doña Amalia se metió en nuestros corazones de la misma manera que lo había hecho su hijo.

La confianza llegó a tal extremo, que entraban por la puerta del lavandero, la de atrás, como los más allegados, sin tocar el timbre. Y muchas veces era yo quien se sorprendía al llegar a mi casa y encontrar a Doña Amalia jugando algún juego de mesa, en la cocina con mi marido, Carlos, Toño, algún que otro amigo y alguno de mis hermanos. Y más de una vez, mi hijo menor, Juanse, que ya comenzaba a hablar, daba rondas alrededor de la mesa, para que le dieran refresco y Doña Amalia lo consentía. Por cierto que, para él, Toño y Doña Amalia eran Oño y Oña.

Amalia Pérez Díaz originalmente se llamaba Amalia Muñoz Davagnino. Tenía raíces italianas por su lado materno; había nacido en Chile y se crio entre Chile y Perú. Ya adulta, estando en Perú por razones artísticas, conoció a un trío venezolano que se encontraba haciendo una gira por algunos países latinoamericanos, “Los cantores del trópico”, integrado por Manuel Enrique Pérez Díaz, Antonio Lauro y Marco Tulio Maristany. Cabe destacar que este trío originalmente era un cuarteto, ya que también les hacía compañía el afamado compositor Eduardo Serrano (el que compuso Barlovento, no el actor de telenovelas) y parece que fue la valenciana María Luisa Escobar, quien los motivó a que formaran este grupo. Por supuesto que Cupido hizo un buen trabajo en Lima, porque en poco tiempo, ese mismo año en que se conocieron, 1940, Amalia Muñoz, se casó con el carabobeño del grupo, Manuel Enrique Pérez Díaz.

Tuvieron tres hijos, Amalyn, que siempre estuvo ligada a la televisión, pero detrás de las cámaras; Carlos y Manuel Antonio (Toño). Antes de dedicarse a la actuación, la joven Amalia formó un dúo con su marido, que llamaron “Amalia y Manolo” y cantaban música latinoamericana, especialmente, venezolana y, por cinco años se presentaron a lo largo de todo el continente. Ya en Venezuela, en 1952, estudió televisión y teatro, e hizo su primera telenovela en el canal privado TELEVISA, de Gonzalo Veloz Mancera. Luego continuó los mismos estudios en Italia y en España y, al regresar a nuestro país, también aprendió cine. Pero no dejó la música, de hecho, formó parte del “Orfeón Lamas” bajo la dirección del maestro Vicente Emilio Sojo, cosa que habla muy bien de su calidad interpretativa en el renglón musical.

En 1961 entra a Radio Caracas Televisión y de ahí no se marchó. Actores que fueron alumnos y luego compañeros de Doña Amalia, la definen como una buena amiga, maravillosa actriz, excelente profesora, pero extremadamente fuerte y exigente. Y además de excesivamente rígida, comentan que era muy sincera, porque si alguien no tenía talento, se lo decía en la cara. La solían llamar “Doña Querrequerre”. Pero les faltó decir, que también era una persona tierna, cariñosa, de muy buenos sentimientos y que sabía disfrutar cada momento.

Recuerdo sus consejos, su cariño y nuestras risas con los chistes de Toño y de mi hermano Miguel Ángel. Fumaba mucho, al punto, que aceptaba papeles teatrales, si su personaje podía fumar en escena. Hablaba muy bien el italiano y decía que prefería no hablar inglés, porque podía echarle a perder su acento italiano.

El sábado pasado, quince de junio, hubiera cumplido ciento un años. Un día me llegó con un regalo. Una tarjeta que mostraba una manualidad hecha por ella con mucho gusto, compuesta por hojas secas y granos de trigo, bellísima, y una dedicatoria hermosa que me acompaña a diario, porque la enmarqué y hace que siempre la tenga presente: Para una familia encantadora en Valencia. Anamaría, gracias por tu amistad, Amalia Pérez Díaz.

Gracias Carlos Pineda por traer a mi vida a este par de seres maravillosos, que hoy gozan juntos de la Gloria de Dios.

Anamaría Correa

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