”El compromiso individual al esfuerzo grupal, eso es lo que hace funcionar a un equipo, a una compañía o a una civilización”. Vince Lombardi.

¿Cuánto vale la palabra empeñada? ¿Y cuánto la confianza depositada y el compromiso ante los retos asumidos?

La discusión puede plantearse de varias maneras, que van desde las duras expresiones de indignación, pasando de la ironía al sarcasmo, sin miramientos, con respuestas incisivas, y juicios de valor despectivos. Sin embargo, para hacerle frente a los desacuerdos, no basta con la inteligencia: hace falta paciencia, consideración, respeto y templanza.

Consideramos que mantenernos firmes tratando de alcanzar los objetivos trazados, resulte el vínculo de coherencia y cohesión más fuerte para contar con el apoyo de los ciudadanos para llevar el complejo proceso electoral del próximo 28 de julio a buen término.

En la ruta de este reto no podemos permitir que la discusión se quede estancada entre pares, o atrapada en las redes, desvirtuándose la realidad que nos ha convocado a llevar adelante esta cívica labor. Hemos de avanzar hacia los fines que queremos alcanzar, para contrarrestar esas perversas maniobras del régimen que siempre buscan mantener a la oposición dividida con la finalidad de fragmentar el voto en la elección presidencial.

Por supuesto que resulta incomprensible e inaceptable la actitud impropia de estas personas que pretenden erigirse por encima de las reglas y los acuerdos, considerándose, con su actitud prepotente y fuera de lugar, con derecho a poner en riesgo lo logrado.

Por tales determinaciones es que, sin duda, la confianza se ha hecho difícil. No hay decisión exenta de costos políticos ni de riesgos. Hay ciertas cosas que no pueden cambiarse de acuerdo con la ocasión, ciertos límites que no pueden sobrepasarse, como compromisos que no pueden obviarse, ni principios que puedan dejarse a un lado.

Lo hemos dicho en repetidas ocasiones: El buen juicio en política es complicado. Significa encontrar un equilibrio entre la estrategia política y la política en abstracto, en compromisos imperfectos que siempre dejan descontento a alguien, muchas veces, a uno mismo.

Entendemos que los tiempos electorales son complejos, turbulentos, hasta inseguros. De allí que para cumplir con nuestros compromisos, sea imprescindible contar con esa voluntad y esa fortaleza que, a pesar de los pesares, nos permita mantener nuestra palabra, pese a cuanto ocurra a nuestro alrededor.

Así las cosas, la valiosa condición moral que tenemos que preservar es la del compromiso. Pero no el compromiso fácil con las pancartas, los twitters o las consignas previsibles para cada ocasión, sino con los valores que nos configuran como ciudadanos libres y no como súbditos. Un compromiso contra el régimen y sus secuaces. Pero también contra los amigos que prefieren mirar hacia otro lado y disparar a los blancos fáciles, porque la desconfianza, el cansancio o la aquiescencia les impiden saber quiénes son los verdaderos enemigos.

Queda un buen trecho por recorrer, y muchos obstáculos que sortear que pondrán a prueba la prudencia, la mesura y el espíritu unitario que se requiere. Pero también que pondrá a prueba la firmeza y la determinación para tomar decisiones muy complicadas, complejas, difíciles o peliagudas.

Una vez más nos permitimos recordar que el 28 de julio será un paso fundamental en ese complejo recorrido que hemos emprendido para recuperar nuestra democracia, y con ella, nuestro país. Ese que perdimos y le debemos a nuestros hijos.

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